Os presentamos un nuevo artículo sobre la faceta de Tolkien como ilustrador, obra de María Jesús Lanzuela «Selerkála» publicado en la revista ESTEL 78.
Esta ilustración fue diseñada por Tolkien, en la línea de sus dibujos y acuarelas realizados para las dos primeras ediciones de El Hobbit en Inglaterra. La primera tirada del libro se puso a la venta el 21 de septiembre de 1937 con 1500 ejemplares que se vendieron tan bien que hubo que realizar una segunda tirada de 2.300 ejemplares antes de Navidades, aunque de ellos, no todos fueron puestos a la venta, y tal como se nos cuenta en El Hobbit anotado[1], en un bombardeo sobre el almacén de Allen & Unwin en 1940 se destruyeron 423 ejemplares no encuadernados.
La tapa del libro en la edición de 1937 también fue diseñada por Tolkien, muy sencilla, con una cenefa de montañas en la parte superior de portada y contraportada, con Smaug en ambas y las runas de Thror y Thorin en el lomo, así como la runa D que señala la puerta de entrada de Erebor.
Pero es de la sobrecubierta de lo que nos vamos a ocupar. Una ilustración que es sin duda mi favorita de la producción del Profesor. En ella se puede observar una panorámica del valle por el que discurre el camino a la entrada principal de Erebor, rodeado de altas montañas y acompañado de un frondoso bosque.
La simetría de la mayoría de la ilustración es sólo rota por la parte superior, donde representa el cielo. Para la portada elige el lado luminoso, el sol, con las águilas, que son esos “comodines de los buenos”, sobrevolando la cordillera entre algunas nubes (representadas por simples líneas de dibujo), mientras que para la contraportada, en el lado izquierdo, representa la noche, con una media luna y una estrella compartiendo el firmamento con Smaug, que sobrevuela sus dominios otrora arrebatados a los enanos.
Todas las líneas confluyen en el centro, dirigiendo la vista del espectador al camino, para conducirlo después al fondo del paisaje, suavemente, sin que a penas seamos conscientes de que las líneas de fuga y perspectiva nos están dirigiendo a donde el autor ha querido.
Al fondo, en el centro de todo, imponente, majestuosa, ocupando la parte destinada al lomo del libro, se encuentra Erebor, la Montaña Solitaria. Y en ella Tolkien escribe de nuevo el título de su obra, enmarcándolo en la silueta de la montaña.
Las líneas de dibujo son fuertes y angulosas en las montañas, quizá para resaltar su fiereza, pues sus cumbres nevadas representadas en picos y no en ondulaciones nos dan cierta sensación de agresividad, de ser un entorno peligroso para recorrer. Esas líneas se van suavizando y ondulando conforme se baja de las montañas, y se llega a sus faldas y al valle que las precede, lleno de árboles de formas esponjosas en primer plano, y que se afilan conforme se acercan a la cordillera montañosa, que hace de pasillo al camino que lleva a Erebor. La Ciudad del Lago la vemos en un diminuto detalle en la parte derecha (en la portada), apenas esbozada como un edificio entre los árboles. Es en estos donde alterna sus troncos blancos y negros para dar más dinamismo a las formas, dado que los colores habían sido limitados. En la ilustración utiliza el azul y el verde, junto con el negro y el blanco. Como buen perfecccionista y detallista que era, insistió mucho en que, dado el límite de colores, al menos el sol y el dragón aparecieran en color rojo, pero Allen & Unwin le negó esos detalles porque eso aumentaría aún más los costes de impresión.
De esa manera, y ciñéndose a los colores disponibles, potencia el contraste entre unos y otros, separándolos la mayoría de veces por gruesas líneas de dibujo en blanco, en intentando en todo momento potenciar esa simetría casi hipnótica de la imagen. Por supuesto el título de la obra y el nombre del autor se leen, perfectamente acomodados y sin estridencias, en portada y lomo, así como también en este último se aprecia una cartela con el nombre de la editorial.
¿Y dónde está la runita de Tolkien con la que firmaba sus obras? Fijáos en la zona de la portada, en la parte inferior derecha, junto al tronco negro del primer árbol hay un pequeño garabato… Ahí está. Para enmarcar esta bellísima estampa del paisaje, utiliza un recurso que era muy de su agrado: una cenefa de runas enanas. ¿El significado? Eso tendremos que dejárselo a los compañeros de la Comisión de Lenguas, porque si me aventuro a traducirlo por mi misma y digo alguna barbaridad, podría ofender al gran Mahal.
Es sin duda una imagen que no pierde fuerza con el paso del tiempo. Algunas de sus ilustraciones pueden parecernos anticuadas, o pueden ser tildadas de “ñoñas” o infantiles…Pero esta imagen tiene algo especial; al observarla casi se dejan oír en la lejanía los ecos de aquella maravillosa canción que realizaron nuestros compañeros[2] de la STE a partir del poema de Tolkien:
“Más allá de frías montañas, sí, hemos de ir a Erebor,
a buscar el oro y la plata gris, antes del alba, antes del sol…”
[1] TOLKIEN, J.R.R., El Hobbit. Anotado por Douglas A. Anderson. Ediciones Minotauro, 2012, p.17.
[2] “Más allá de frías y brumosas montañas”, Autor: Letra: J.R.R. Tolkien; Traducción: Pablo Ginés «Azaghal»; Música: Víctor Suay «Hamfast»