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El Círculo de Tolkien IV: C.S. Lewis

Artículo de Ana María Mariño «Veryore» publicado originalmente en la revista ESTEL 92.

Primera parte: Los orígenes familiaresSeguda parte: El legadoTercera parte: El padre Francis MorganQuinta parte: Stanley Unwin

Continuamos esta serie de artículos en la que seguimos desvelando más detalles relativos a las personas importantes en la vida de Tolkien. En esta ocasión nos adentramos en la vida y la relación de Tolkien con C.S. Lewis.

 

Clive Staples Lewis nació en Belfast, Irlanda del Norte, el 29 de noviembre de 1898. A los cuatro años su perro Jacksie murió atropellado y, a partir de entonces, quiso ser llamado con el nombre de su perdida mascota. Más tarde aceptó que lo llamaran Jack, apodo por el cual fue conocido entre sus amigos y familiares durante el resto de su vida.

CS Lewis en 1919 a los 21 años. Marion Wade E. Center, Wheaton College

Desde su más tierna infancia sintió una gran afición por la lectura y, afortunadamente para él, la casa de su padre estaba llena de libros. Además, estaba fascinado con el el mundo animal, especialmente con los seres antropomórficos como los de las historias de Beatrix Potter. Él y su hermano Warnie escribían relatos e ilustraban el mundo de Boxen, habitado y gobernado por animales.

En 1917 comienza sus estudios en la Universidad de Oxford, donde desde 1925 ejerce como profesor de lengua y literatura inglesas. Al año siguiente conoce a J. R. R. Tolkien, con quien funda en 1939, junto a Charles Williams y Owen Barfield, el Club de los Inklings para discutir sobre literatura y filosofía.

Siendo un agnóstico declarado en su Autobiografía, él mismo afirma que fueron dos autores quienes lo movieron en un principio a acercarse al cristianismo: el escocés George MacDonald, y el inglés G. K. Chesterton con su libro El hombre eterno. También recoge la citada Autobiografía que, de joven, mientras vivía en Belfast, le habían aconsejado que no se acercara a los papistas, y que cuando ingresó en la universidad, le aconsejaron que no se arrimara a los filólogos. Sin embargo, Tolkien «era ambas cosas».

 

Orígenes de su amistad y apoyo mutuo

Tolkien y Lewis se conocieron enseñando filología en Oxford y compartieron los años más creativos de su vida. Juntos formaron el grupo literario de los Inklings, que se reunía en las habitaciones que Lewis tenía en la universidad y en un pub de Oxford, The Eagle and the Child, que tiene todavía sus fotos y una placa que recuerda sus reuniones. Allí leyó Tolkien por primera vez El Señor de los Anillos, y Lewis habló de Narnia y de las Cartas de un diablo a su sobrino. Esto es así hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando empiezan a reunirse con menos frecuencia. Su relación se enfría en los años cincuenta, ya que Tolkien, entre otras cosas, no veía con buenos ojos el matrimonio de su amigo con Joy Gresham. A pesar de ello, los Inklings continúan hasta poco antes de la muerte de Lewis en 1963.

Portada edición 1950

Lewis fue un gran apoyo para Tolkien en cuanto a la creación de la Tierra Media, ya que fue quien primero escuchó los relatos que escribía J. R. R. y también el que más le alentó. Tolkien afirmaba que «la deuda, imposible de pagar, que tengo con él no es la “influencia” tal como se suele comprender, sino el aliento. Fue durante largo tiempo mi único auditorio. Sólo de él recibí por fin la idea de que mis “cosas” podían ser algo más que un entretenimiento personal».

Se conservan numerosos rastros de los frutos de esa amistad. Tolkien escribió a su hijo Christopher en 1944 sobre su influencia benigna involuntaria en la caracterización de Ramson, el filólogo protagonista de La Trilogía Cósmica por parte de Lewis: «Como filólogo, puedo tener alguna parte en él: reconozco algunas de mis ideas y opiniones “lewisificadas” ». Por el otro lado, Tolkien explicó a Nevill Coghill, miembro de los Inklings y compañero en el Exeter College, que había basado el modo de hablar de Bárbol en la estruendosa voz de C. S. Lewis. Tolkien también dijo a Walter Hooper que había escrito El Señor de los Anillos «para hacer una historia de El Silmarillion para Lewis». De hecho, Lewis dejó clara su fascinación por la obra de Tolkien en su reseña de La Comunidad del Anillo después de su publicación en 1954:

Este libro es un destello de luz en un cielo claro, tan diferente e imprevisible en nuestra época como Songs of Innoncence lo fue en la suya. No sería adecuado decir que con él hemos vuelto de pronto al romance heroico, magnífico, elocuente y descarado, en un momento casi patológico por su antirromanticismo. Para nosotros, que vivimos en una época extraña, esta vuelta atrás (y el puro alivio que procura) es sin duda lo más importante. Pero en la historia del romance mismo (una historia que se remonta a la Odisea y más allá) no constituye una vuelta atrás, sino un avance o una revolución: la conquista de un territorio nuevo.

Éxito literario

Sin embargo, esa fascinación por el trabajo del otro distaba mucho de ser recíproca, el meticuloso Profesor consideraba la obra de Lewis precipitada e insustancial. De hecho, no comprendía el éxito de, por ejemplo, las novelas de Narnia, que consideraba «tan malas como era posible serlo». Para Tolkien, estaban escritas superficialmente, tenían un mensaje obvio, pero, por encima de todo, eran un batiburrillo de personajes de mundos imaginarios distintos e incompatibles. Según él, el doctor Cornelius, el Padre Tiempo, la Bruja Blanca, el Padre Navidades y las Dríadas no deberían haber sido incluidos en la misma historia.

Lewis escribía desde los años cuarenta un libro tras otro, además de colaborar en múltiples publicaciones, dar conferencias, clases y charlas por radio. Lo que explica no solo su diferencia de popularidad, sino también de ingresos entre los dos. Las obras de Lewis han sido traducidas a más de 30 idiomas, y ha vendido millones de copias a través de los años. Los libros que componen Las Crónicas de Narnia han sido los más vendidos y se han popularizado en el teatro, la televisión y el cine. No obstante, aunque a Tolkien no le entusiasmase el trabajo de Lewis, eso no era obstáculo para que lo considerase uno de sus más queridos amigos. En octubre de 1933 Tolkien apuntó en su diario: «La amistad con Lewis compensa muchas cosas; y aparte del placer y el bienestar constantes, me ha hecho un gran bien el entrar en contacto con un hombre a la vez honesto, valiente e intelectual, un erudito, poeta y filósofo, y finalmente, después de una larga peregrinación, un amante de Nuestro Señor».

Brenda Partridge, en su crítica feminista «The Construction of Female Sexuality in The Lord of the Rings», entre otras de las ideas preregrinas que plantea, deduce que Lewis y Tolkien tenían una relación homosexual. He de decir, a título personal, que me parece lamentable que alguien muestre una pobreza espiritual tal que sienta la necesidad de incluir un componente sexual en cualquier  relación de amistad, de la realidad o la ficción.

Joy Gresham y C.S Lewis – The Marion E. Wade Center / Wheaton College

Distanciamiento

En 1956 Jack contrajo matrimonio con la escritora estadounidense Joy Gresham, 17 años menor que él, que falleció cuatro años después a causa de un cáncer óseo, a los 45 años. Su relación comenzó de manera epistolar y, aunque al principio se trató de un matrimonio de conveniencia para que ella pudiera permenecer en el país, ya que era americana y le denegaron el permiso de residencia, al parecer terminó siendo real por ambas partes. Sin embargo, la publicación de la noticia de la boda en The Times, sorprendió desagradablemente a la mayor parte de sus amigos, Tolkien entre ellos. Al Profesor no le gustaba Joy, divorciada y presbiteriana, a pesar de que esta sí tenía una buena relación con su esposa Edith, quien siempre lamentó haber sido obligada a renunciar a su religión.

Lewis murió tres años después que su esposa, en 1963, debido a una insuficiencia renal, en Oxford el 22 de noviembre de 1963, con 64 años. El funeral se celebró en Holy Trinity, la iglesia de Headington Quarry a la que había acudido en los últimos años de su vida. Allí, Tolkien se encontró con varios antiguos amigos, incluyendo a Owen Barfield, George Sayer y John Lawlor. Todos tenían recuerdos propios de Lewis, únicos para cada uno de ellos, pero compartían el profundo sentimiento de pérdida.

Tolkien describió sus propios sentimientos en varias cartas dirigidas a los miembros de su familia. A su hijo Michael le escribió que «mucha gente me considera aún uno de sus íntimos. Eso, ¡ay!, ya no es así desde hace unos diez años. Nos separamos primero por la súbita aparición de Charles Williams, y luego por su matrimonio. Del cual él nunca me habló… Pero teníamos una gran deuda mutua, y ese vínculo, con el profundo afecto que engendró, permanece. Era un gran hombre, del que los fríos obituarios oficiales solo rozan la superficie, a veces con injusticia». Y a su hija Priscilla cuatro días después de la muerte de Lewis, el 22 de noviembre de 1963: «Hasta ahora he experimentado los sentimientos normales en un hombre de mi edad; como un viejo árbol que está perdiendo todas sus hojas una a una: esto se parece a un hachazo cerca de las raíces. Es muy triste que hayamos sido separados así en los últimos años; pero el tiempo de íntima comunicación perduró en la memoria de ambos».