Grandísimo éxito del Campamento Montaraz en el que participaron cerca de treinta socios de la STE. Miguel ‘Huan’ e Irene ‘Parmariel’ fueron los organizadores de una actividad que, aunque nace en el seno del Smial Montaraz, estuvo abierta a miembros del resto de delegaciones. A continuación os dejamos la crónica de Israel ‘Dûriner’, uno de los participantes en este evento que nos relata todo lo vivido en estos días de convivencia:
Como si del título de la primera entrega cinematográfica se tratara, esta es la frase con la que sin duda podría resumir, desde mi punto de vista, el Campamento Montaraz que tuvo lugar el pasado 9 de marzo en el centro de Ecoturismo de Barbatona.
Pero, desde luego, ser tan parcos en palabras ni comunica ni nos lleva a ninguna parte, así que permitidme que me explaye un poco más.
Yo era, según la acertada terminología de algunas voces en el seno de la STE, un socio “ucorno” (“huorn” siendo fieles al término y con todos mis respetos a Gwaihir), y dentro de eso un ucorno que dormitaba plácidamente en las sendas que recorren sin parar los integrantes del Smial Montaraz.
Pero he aquí que un día despierto de mi sueño, y al hacerlo redescubro la cantidad de movimiento que hay en los bosques de la STE, con socios revoloteando como pajarillos entre las ramas, con incesantes charlas y canturreos y vida rebosante en cada rincón.
Y uno de esos movimientos que resonaba, aparentemente lejos para mí, era una actividad llamada “Campamento Montaraz”.
Cuando uno está desperezándose no acaba de prestar mucha atención a las cosas, pero el entusiasmo que se respiraba por las redes sobre el tema es de esos que hace despejarse rápido y ponerse a pensar “pues molaría ir”… pero no era el momento, no. Mejor volver poco a poco…
“Pero es que hay un taller de bailes… hace tanto tiempo, mi tessoro…”
“Ya, pero nosotros hace mucho que no estamos en esas lides, no me líes”
Y en esas andaba conmigo mismo cuando llegó el grupo de Lecturas Junto al Fuego a rematar el debate.
“¿Hacemos la lectura en el campamento, te apuntas?”
Las tentaciones una a una pueden ser evitables, en bloque… no tanto.
“Venga, que voy”.
Y ahí ya se había abierto brecha, porque lo que originalmente iba a ser una visita de un día para el taller de bailes y la lectura, por un providencial conflicto con los horarios de trenes se convirtió en una estancia de dos días (porque ya que estamos, llegamos pronto y nos vamos tarde, digo yo).
Así que ahí que me fui, después de 17 años, a mi no-primera actividad de la STE “chispas”, un día tarde tal vez, pero a lo Istari, llegando cuando se tiene que llegar, ni pronto ni tarde.
¿Qué se encuentra uno después de tanto tiempo? Pues que, para bien, las cosas no cambian tanto cuando se trata de la STE. Un gran grupo de gente maravillosa, alegre, con ganas de exprimir los momentos. Llegué justo en las “olimpiadas” donde varios equipos competían en diversas pruebas, aunque yo concretamente iba directo a perseguir a Aldariel para preparar el taller de bailes juntos. Sólo puedo decir: tacón-punta-tacón-punta-1-2-3
Después, eso sí, fui a ver cómo se las gastaban los equipos competidores, y lo original de las pruebas (lo de construir torres con cajas de botellines o el juego de la cuerda estilo mula de carga desde luego tenía pinta de entrenamiento montaraz, las cosas como son).
Y después de las olimpiadas y reponer fuerzas, Edu “Kamu” impartió una charla muy interesante sobre el poema del regreso de Beorhtnoth que demuestra que siempre se pueden aprender cosas nuevas de forma inesperada, y después nos dispersamos ¡para comenzar los talleres!
Mientras en una zona se impartía un taller de pirograbado y en otra zona se elaboraban lembas con dedos pringosos, pero con gente abrazable, otro grupo junto a Aldariel y a un servidor nos reunimos en la sala para el taller de bailes.
Un apunte: gritar los pasos y bailar deja sin aire a cualquiera, pero pese a acabar sudando como pollos y colorados como tomates, lo disfrutamos enormemente, incluso pese a las agujetas posteriores.
Eso sí, aún tengo un nudo en el cerebro con el baile del “9 invertido” que enseñó Aldariel.
Y después de unos momentos de descanso (muy breves) ¡Lecturas junto al fuego! Con un divertidísimo debate de Pelis vs Libros que podría durar horas por el mero gusto de charlar con gente tan genial.
Y luego… ¡a por las galas! Ahí que vino la Cena/Barbacoa de Gala, y comida, y canciones, y charlas, ¡y más canciones y brindis!
Y en la Cena de Gala, por cierto, ¡degustamos las deliciosas lembas que se hicieron en el taller de la tarde!
Y como toda buena cena de Gala, vino seguida de una Noche Intemporal (porque hay cosas que no cambian ni en 17 años ni en 100) con más música, más buena gente, más bailes (contemporáneos)…
Siempre hay campeones que aguantan hasta más allá del amanecer, pero yo no soy uno de ellos así que lo que ocurriera en las tres horas previas al despertar ya lo contarán otros.
Llega la mañana, el sueño de muchos, agujetas de otros y después del desayuno comienza la gymkana siguiendo el camino desde La Comarca hasta Mordor (porque como dice Lovandil, las agujetas se quitan haciendo ejercicio) haciendo pruebas, buscando sobres escondidos y recorriendo un paraje maravilloso con gente genial, lo que viene siendo una forma increíble de pasar la mañana.
A la vuelta, y tras la comida, a mí se me acaba el tiempo de vivir al margen de la realidad, pues mi tren salía poco después, así que me pierdo la charla de Gwaihir sobre Curiosidades del Señor de los Anillos y las actividades posteriores (me quedé con ganas de asistir también a la mesa redonda de Parmariel y Lobelia, la verdad)
Salgo de la estación de Sigüenza con buen sabor de boca por los momentos especiales arrancados a dos días inesperados, y me cuentan que, más tarde, las canciones siguieron sonando hasta bien entrada la noche.
Y hasta ahí podría llegar mi crónica del Campamento Montaraz, pero sin duda muchos habréis notado que he ido obviando algo muy importante, pero no ha sido descuido ni por asomo.
He mencionado de refilón a “la gente” pero eso como concepto hace poca justicia a aquello de lo que se trata: desde el principio de mi vida activa en la STE hasta hoy mismo siempre ha habido inconscientes, valientes, insensatas e insensatos, generosas y generosos que arañan tiempo de sus vidas, que sacan energías de donde no hay, para regalar momentos a los demás. Y este caso Miguel “Huan” e Irene “Parmáriel” son sin duda alguna los artífices de la mayor magia que se puede llevar a cabo cuando, encima, ¡lo han compaginado con algo tan importante para ellos como su propia boda!
Nunca hay espacio suficiente para agradecer el trabajo desinteresado de tantas personas, pero como de alguna manera hay que hacerlo, quede aquí esta crónica como agradecimiento.
Da gusto abrir los ojos y ver que sigue habiendo valientes preservando la Magia, y por ello de corazón os doy las gracias.
Y a los demás, los que leéis esto, os pregunto:
¿Nos veremos en el próximo Campamento Montaraz?
Israel Gómez “Dûriner”