«El primer día del Año Nuevo de los enanos —dijo Thorin — es, como todos deberían saber, el primer día de la última luna de otoño en el umbral del invierno. Todavía lo llamamos Día de Durin cuando la última luna de otoño y el sol están juntos en el cielo. Pero esto no nos ayudará mucho, me temo, porque en estos días supera nuestra habilidad poder adivinar cuándo ese hecho tendrá lugar de nuevo.»
Esta es la explicación que en El hobbit da Thorin a Elrond cuando este le pregunta qué es el Día de Durin. Y se queda más ancho que alto (cosa, por cierto, nada difícil). Podemos imaginarnos a Elrond pensando para sus adentros: «¿Por qué no habrán elegido para una fiesta tan significativa algo más sencillo, como celebrarla cuando San Aulë cae en domingo, a imagen de pueblos más avanzados, o cuando coincide que hay luna llena en el aniversario de la muerte de Durin el Inmortal?» (esto último, hay que admitirlo, es una clara muestra de la poca sutileza del humor medio-élfico, sobre todo cuando es a costa de los enanos).
¿Tan complicado es calcular cuándo es el Día de Durin, o es que Thorin se explica mal? En vista de las ciertamente crípticas palabras del señor enano, es intención de este breve estudio arrojar luz sobre ellas, en la esperanza de que cualquiera, una vez terminada su lectura, sea capaz de averiguar en que fecha cae ese día cada año, y que pueda así celebrarlo como crea oportuno.
Empecemos entonces.
«El primer día del Año Nuevo de los enanos es el primer día de la última luna de otoño en el umbral del invierno.»
Esto es sencillo. Cada estación del año dura de media 91 días, aunque pueden ir de 89 a casi 94, y cada ciclo lunar unos 29 días y medio, que empiezan siempre, por definición, con una luna nueva. Tenemos entonces que el Año Nuevo enano coincide con la última luna nueva de una estación, en este caso, el otoño. ¿Y cuando termina el otoño? Pues, como todo el mundo sabe, el día del solsticio de invierno, que en nuestro hemisferio norte varía entre el 21 y el 22 de diciembre. Sabiendo esto, la última luna nueva podrá tener lugar entre el 22 de noviembre y el 20 de diciembre (o entre el 23 de noviembre y el 21 de diciembre, según en qué día tenga lugar el solsticio). Sin apenas esfuerzo, ya hemos conseguido acotar el rango de fechas donde tendrá lugar el Año Nuevo de los enanos… ¿o no?
No podemos olvidar dónde estamos: en la Tierra Media. En esa Tierra Media en la que Tolkien quiso que los solsticios y equinoccios, en lugar de marcar el principio y final de las estaciones, son sus días centrales. Las estaciones, por tanto, comienzan unas seis semanas y media antes (alrededor de 45 días). Este método de dividir el año en estaciones, basado en el grado de insolación o radiación solar, fue utilizado durante el Medievo en regiones de raíces celtas (como Irlanda) y se mantiene con carácter ceremonial en países del este de Asia. ¿Cómo saber entonces cuándo empieza el invierno? Una forma aproximada, pero que puede darnos la precisión que necesitamos, es encontrar el día medio entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. Veámoslo con un ejemplo tomando el año 2023:
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- Equinoccio de otoño de 2023 – 23 de septiembre
- Solsticio de invierno de 2023 – 22 de diciembre
- Número de días entre ambas fechas – 90
- Día central entre ambas fechas – 7 de noviembre
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(Nótese que esos 90 días equivalen a la duración de nuestro otoño del año 2023).
Teniendo ya la fecha de inicio del invierno según ese antiguo calendario (no totalmente precisa, pues podría variar un día arriba o abajo), toca volver al asunto de la luna. Lo primero es conocer en qué fase está en ese día 7 de noviembre, algo no imprescindible, pero que nos ayudará a encontrar la luna nueva que ha dado inicio a ese ciclo lunar. Utilizando un almanaque que nos proporcione las fases de la luna o, mejor, una aplicación de planetario (Stellarium es fantástica), veremos que ese día la luna estará entrando en su último tercio de menguante, y que la luna nueva de inicio de ese ciclo tendrá lugar el 14 de octubre.
Día de luna nueva, último ciclo lunar del otoño… ¡ese el día del Año Nuevo enano! Vaya, pues tan difícil no era…; aunque esto solamente es el preámbulo del verdadero problema: el Día de Durin. Lo siguiente que dice Thorin es:
«Todavía lo llamamos Día de Durin cuando la última luna de otoño y el sol están juntos en el cielo.»
Aquí ya vamos mal. A ver Thorin, que a lo mejor no es culpa tuya, sino que tu pueblo lleva viviendo demasiado tiempo en sus pétreos recintos y el conocimiento de los asuntos de la bóveda celeste no se cuenta entre sus, sin duda, muchas habilidades. En el Día del Año Nuevo enano, la luna y el sol siempre van a estar juntos en el cielo, y muy cerquita además, tanto que la luna nunca se va a poder ver. Es luna nueva, ¿recuerdas?
(Siendo justos, sí que habría una excepción: que coincidiese con un eclipse de sol —porque recordemos que los eclipses de sol son siempre con luna nueva—. Se podría decir entonces, siendo generosos, que estamos viendo el sol y la luna juntos; pero por lo que se nos dice en El hobbit, ese no es caso. Fin del apunte).
¿Qué sentido habría que buscar a las palabras de Thorin? Realmente, y más allá de pensar en un fallo en la transmisión de la tradición, reconozco que cuesta mucho encontrar alguno.
Pero si queremos continuar, habrá que hacer un poco la vista gorda sobre las palabras de Thorin y asumir que ha cometido un pequeño error, y que a lo mejor lo que quería decir es que el Día de Durin tiene lugar no exactamente el día de Año Nuevo, sino cuando la luna empieza a hacerse visible cercana al sol. ¿Y cuándo ocurre eso? La respuesta es que no se puede decir con exactitud. Dependiendo de la distancia angular de la luna al sol en el momento de la luna nueva, sucederá antes o después: hay registros de lunas que han sido visibles poco más de quince horas después del novilunio, pero esto no es lo habitual, y habrá que esperar entre uno y dos días para que el fino arco iluminado de una luna todavía muy cercana al sol empiece a ser visible, casi siempre en las horas finales del día.
Se podrían entender entonces las dificultades que menciona Thorin para datar con precisión ese hecho, pero es que estamos hablando de, como mucho, un par de días… Si lo que tienes que hacer es tan importante como encontrar la entrada a la guarida de un dragón que guarda un enorme tesoro, ve con tiempo, te llevas unas cervezas, una baraja y unas colchonetas por si hay que dormir un par de días al raso, y a esperar con tus colegas, que tanto no vais a tardar en ver la luna y el sol juntos en el cielo.
Y parece que esto mismo fue lo que pensó Thorin, pues eso fue precisamente lo que hicieron: esperar ante la pared de piedra donde, supuestamente, estaba la puerta (aunque en lugar de echar unas partidas a las cartas prefirieron pasar el rato golpeando la roca con sus picos. Nada de qué sorprenderse: son enanos). Y como ya sabemos, a la caída del sol (que es cuando se va a poder ver el sol y la luna juntos en el cielo), un último rayo de luz solar iluminó el lugar donde estaba la cerradura. Asunto solucionado.
Pero Tolkien proporciona un dato que puede ayudar a entender la dificultad para determinar el Día de Durin:
«El sol bajó y bajó, y las esperanzas menguaron. El sol se hundió en un anillo de nubes enrojecidas y desapareció. Los enanos gruñeron, pero Bilbo siguió allí de pie, casi sin moverse. La pequeña luna estaba tocando el horizonte. Llegaba el anochecer.
Entonces, de modo inesperado, cuando ya casi no les quedaban esperanzas, un rayo rojo de sol escapó como un dedo por el rasgón de una nube.»
¡Nubes!… Recordemos dónde vivía Tolkien: en Oxford, donde en otoño e invierno los días nublados son lo más común (y sí, me he entretenido en revisar los informes del tiempo de aquellos otoños de cuando Tolkien estaba escribiendo El hobbit).
¿Y si la dificultad de los enanos para determinar el Día de Durin, ese día en el que podrían ver juntos al sol y a la naciente última luna del otoño, no fuese un problema astronómico, sino meteorológico? Imagino a Tolkien, con sus almanaques con fases lunares delante, pensando: «Bueno, anteayer fue luna nueva, vamos a dar un paseíto por el jardín antes de que se ponga el sol para comprobar si ya se puede ver la luna al lado de… ¡Mierda, otra vez nublado! ¡Ediiiith… di a los niños que a cenar! ¡Que le den a los enanos, y que se busquen la vida para saber cuándo es su puñetero Día de Durin…, en qué momento se me ocurrió!».
Llegados hasta aquí, ¿podremos averiguar, paso por paso, cuándo tendrá lugar el Día de Durin en este mismo año 2022? Veamos… El equinoccio de otoño tuvo lugar el 23 de septiembre y el solsticio de invierno, el 21 de diciembre; nuestro otoño durará, por tanto 89 días. Por otro lado, recordemos que nuestro equinoccio de otoño representa el punto medio del otoño en la Tierra Media, por lo que esta estación terminará 45 días después (aproximadamente, no es necesaria mayor precisión), esto es, el 7 de noviembre, día en el que empezaría el invierno en la Tierra Media.
Este día, en este año, la luna estará a solo un día de alcanzar la luna llena. Toca entonces retroceder en el calendario para averiguar cuando ha empezado esta lunación, lo que nos lleva al 25 de octubre, que estará en nueva total…, una luna tan total que habrá un eclipse parcial en prácticamente toda Europa, incluido el noreste de España. El 25 de octubre será, entonces, el Día del Año Nuevo de los enanos y, como se ha señalado anteriormente, se podría llegar a dar por bueno que, en las zonas donde el eclipse parcial será visible, coincidiría con el Día de Durin. Pero lo dicho, siendo muy generosos, porque el decir que un pequeño mordisco en forma de arco en el disco solar es ver al sol y a la luna juntos, es cuestionable (además, haría falta un buen filtro para poder mirar al sol directamente. No lo hagáis en casa).
¿Y qué día se verán entonces juntos el sol y la luna en el cielo? Al día siguiente, 26 de octubre, la luna estará iluminada en apenas un 2% y demasiado cerca del sol (a unos 15 grados por detrás), por lo que, incluso justo antes de que este desaparezca bajo el horizonte, será extremadamente improbable que se pueda ver. Habrá que esperar un día más, hasta el 27 de octubre: en el atardecer, poco antes de que se ponga el sol, la luna estará iluminada a algo más del 6% y a casi 30 grados por detrás… Será entonces cuando, como diría Tolkien, se podrá ver una fina raedura de luna acompañando al sol: ¡será el Día de Durin!
Siempre, claro está, que no esté nublado, porque en caso de estarlo, ni Día de Durin, ni rayo incidiendo en la cerradura de la puerta oculta, ni na’ de na’.
Texto: J. M. Gwaihir
Imagen de portada: E. Frasser
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