¿Tolkien y Pratchett? Aparentemente dos fantásticos que tienen más de lo que piensas en común.
Pocos saben que Terry Pratchett, uno de los escritores de fantasía y ciencia ficción más prolíficos y con más éxito del Reino Unido en las últimas décadas, fue un amante confeso de la obra de Tolkien, de la cual se vio influenciado en gran medida a la hora de crear su Mundodisco.
Hoy, 12 de marzo, queremos rendirle homenaje en el décimo aniversario de su fallecimiento tras años de sufrir Alzhéimer, recordando una anécdota de juventud que lo relaciona directamente con Tolkien.
Desde jovencito, tal como leemos en su biografía oficial póstuma «Terry Pratchett: una vida con notas al pie», escrita por su asistente y amigo, Rob Wilkins, a Terry le habían fascinado las historias de fantasía y ciencia ficción y por ese motivo dejó su carrera de periodismo, para dedicarse de lleno a escribir este tipo de literatura. Su amor por los libros le fue inculcado por su madre, Eileen, que se empeñó en hacer de su hijo un hombre de provecho cuando vio que la escuela primaria no lo motivaba suficiente, aunque para ello tuviese que recurrir a sobornar a su hijo con dos peniques a cambio de cada página bien leída. Él sabía que podía canjearlos por caramelos de anís y aceptó. Y ese trato funcionó, porque no sólo mejoró la educación del pequeño de apenas 5 años, sino que gracias a esa semilla nacida del chantaje materno, se acabó convirtiendo en un adicto a la literatura cuando a los once años, descubrió el préstamo de libros de la Biblioteca de Beaconsfield, su ciudad natal.
Allí acudía puntual cada sábado a por su remesa de libros de variados de autores como Crompton, W.E. Johns, Swift, Mark Twain…
Hasta que en 1961, ya con trece años, alguien de la biblioteca le ofreció un paquetito de tres libros diciéndole que quizá aquello podría interesarle. Era «El Señor de los Anillos» de un tal J. R. R. Tolkien.
Terry contaba sobre aquel momento:
“Aquel dichoso libro fue como medio ladrillo en el camino de la bicicleta de mi vida”.
Esa nochevieja permaneció imborrable en sus recuerdos como un momento mágico, cuando se adentró por primera vez en la Tierra Media: “nunca he tenido una experiencia tan vívida de estar dentro de una historia” dijo años después al respecto de aquella noche de lectura.
Pasó sus años de juventud, y no fue el único, considerando que «El Señor de los Anillos» estaba en muy alto en el top de mayores logros de la humanidad. Pero lo más importante es que gracias al descubrimiento de Tolkien, Pratchett se animó a visitar otros pasillos de la biblioteca: mitología, historia antigua, historia moderna, arqueología…
Seis años más tarde, Terry decidió escribirle una carta de agradecimiento al Profesor tras leer «El herrero de Wootton Mayor», la historia escrita por Tolkien sobre el hijo de un herrero que se traga un objeto oculto en una tarta y le concede el poder de acceder al país de Fantasía. Este cuento fue publicado el 9 de noviembre de 1967, y Terry dio con él muy pronto, ya que la carta está fechada el 22 de noviembre de ese año.
En ella escribe:
Querido profesor Tolkien:
Esta es sólo una carta de agradecimiento. Acabo de terminar «El herrero de Wootton Mayor». A decir verdad, cuando lo encargué esperaba una historia ligeramente similar a «Egidio, el granjero de Ham», pero este libro no he podido dejar de leerlo impresionado.
No sé qué es lo que tiene que me ha llevado a escribirle esta carta. Es algo que «El Señor de los Anillos» no poseía salvo en muy escasa medida, una sensación de reconocimiento. Dice usted algo en “El Herrero” que confío en haber captado y con lo que casi tengo la impresión de identificarme. Me embargó una extraña sensación de desconsuelo al leerlo. No sé explicar esos sentimientos con más claridad. Fue como oír una pieza de música muy antigua, solo que se parecía más a la poesía según la definición de Graves. Muchísimas gracias por escribirlo.
Ahora esperaré a que salga «El Silmarillion»
Con todo mi aprecio,
TERENCE PRATCHETT.
Tal como confesó Terry muchos años después, la respuesta de Tolkien fue una sorpresa y toda una suerte.
En su obra de no ficción recopilada, «A Slip of the Keyboard», Pratchett cuenta:
“Cuando era joven le escribí una carta a JRR Tolkien, justo cuando él se estaba volviendo extravagantemente famoso. Creo que el libro que me impresionó «El herrero de Wootton Mayor». La mía debe haber estado entre cientos o miles de cartas que recibía cada semana. Recibí una respuesta. Podría haber sido dictado. Por lo que sé, es posible que se haya escrito en algún formato. Pero estaba firmado. Debía tener un saco lleno de cartas de todas las comunas y universidades del mundo, escritas por personas cuyos hijos ya son mayores y tratan de hacer una vida normal mientras se llaman Galadriel o Moonchild. No fue como si hubiera dicho mucho. No hubo preguntas numeradas. Sólo dije que había disfrutado mucho el libro. Y dijo gracias. Por un momento, logró la más básica y preciada de las comunicaciones humanas: tú eres real y, por tanto, yo también”.
Y es que Tolkien le respondió de esta manera:
“Es evidente que la historia te provoca las mismas sensaciones que a mí mismo. Difícilmente puedo decir más.”
Desde luego, dejar a Tolkien sin palabras ya es un logro bastante importante en sí mismo, pero lo mejor fue la sensación que tuvo Pratchett de que Tolkien era una persona accesible y que se tomaba el tiempo de responder a sus lectores personalmente.
La carta original de Terry fue expuesta en la Boldleian Library de Oxford en 2018, con motivo de la exposición monográfica dedicada a J.R.R.Tolkien, y era sin duda uno de los objetos más valiosos de cuantos pudimos verla en persona, y somos fans de ambos escritores.
Si te apetece profundizar sobre la conexión de Pratchett con Tolkien no puedes perderte estos artículos:
Marcel R. Bülles de la Sociedad Tolkien Alemana:
Artículo de Mónica Sanz “Findûriel” de la Sociedad Tolkien Española:
Y el vídeo de mi conferencia “Tolkien y Pratchett: dos visiones de Faerië” , donde cuento ésta y otras anécdotas y comparo sus estilos literarios y lo más destacado de las creaciones de ambos autores:
María Jesús Lanzuela “Selerkála”.