Por Fernando Cid Lucas. Artículo publicado originalmente en 2014 en la revista ESTEL 80
«I find the Welsh language specially attractive» J.R.R. Tolkien (carta 218)

Padre Francis Morgan
Creo que muy pocas cosmologías y teogonías de entre las denominadas «artificiales» (pienso ahora, por ejemplo, en el universo de Narnia, Mundodisco o, más recientemente, Pandora) han sido tan profusamente estudiadas y analizadas como las ideadas por J.R.R. Tolkien (1892-1973). Por ello, cada vez nos es más fácil conocer al detalle de dónde obtuvo tal nombre o de dónde tal lance argumental. Por cuanto nos ocupa en este pequeño ensayo, los lazos con el galés —y con la cultura galesa en general— le habrían llegado muy pronto al autor de The Hobbit, concretamente cuando John y su hermano Hilary pasaron a ser tutelados por el padre Francis Xavier Morgan, cuyo progenitor había nacido en Gales en una época en la que, señalemos, el espíritu nacionalista no dejaba de tener una cierta relevancia.
Verdad es que Tolkien quiso ser en todo un buen inglés. Pero hablar de Inglaterra y de lo inglés en el territorio de Reino Unido no es referirse a Escocia, los territorios de Irlanda del Norte o a Gales; por supuesto que no, al ser naciones constituyentes todas ellas que cuentan con sus respectivos signos de identidad (sus banderas y escudos, sus idiomas y hasta sus propias selecciones de fútbol o rugby). Y aunque su afán como creador fue el de intentar dotar a su querida Inglaterra de un corpus de mitos y de leyendas que sí tenían los escoceses e irlandeses, por ejemplo, no podemos afirmar que todo ese material surgió en él desde la nada. No fue, pues, un «creador», sino un «transformador» excepcional, que tomó ingredientes de aquí y de allá (no entraremos ahora en especificar cuáles fueron las proporciones, motivo este que daría para redactar una gruesa monografía) para crear su propia receta.
Como decía antes, los lazos directos con la lengua y con la cultura galesa le habrían llegado a Tolkien en su más temprana edad. Si no antes, su preceptor, el padre Francis, le habría iniciado en las leyendas y en el idioma de estas tierras, aunque no es difícil barruntar que un jovencito Tolkien, ansioso por leer cualquier libro que contuviese las tradiciones y las leyendas de otros lugares, pudo haber tenido acceso a este caudal literario. Sí hay constancia documental de que, al poco de fallecer su madre, él y su hermano viajaron por Gales, donde el paisaje, pero sobre todo el idioma, sorprendió fuertemente al aprendiz de filólogo. De esta estancia tenemos un comentario suyo muy esclarecedor:
«Lo escuché venir desde el oeste. Me golpeó con los nombres de los camiones de carbón. Ya más cerca, me parpadeaba desde los carteles de las estaciones. Eran relámpagos de un extraño silabeo, trazo de un viejo lenguaje aún vivo. Me hirió el corazón de lingüista incluso adeiladwyd 1887 (2) mal grabado en una roca… Es ese lenguaje nativo en el cual, de modo inexplicable, todavía nos sentimos como en casa.(3)»
Adentrándonos en la antigua literatura galesa, hay que decir que el conjunto de mitos y leyendas que la forman se presenta como grupo bien abigarrado de pasajes (dispuestos a su vez en «ramas») en donde aparecen largas líneas genealógicas minuciosamente descritas, en donde se entrelazan deidades, semidioses, hombres y otras entidades de menor rango, (4) como genios, monstruos o animales fabulosos. Eso mismo es lo que hallamos en el Silmarillion y en los Cuentos Inconclusos, lances enrevesados articulados por linajes de personajes que a su vez originarían otros fragmentos igualmente complicados, arduos para la lectura, pero que quieren asentar el orden de los títulos posteriores en la cronología en los que se insertan.

El rey arturo por Charles Ernest Butler (1903)
Metiéndonos ya en harina, hemos de notar ahora que una de las leyendas que pronto llamó la atención del joven Tolkien fue la que tiene como protagonista al rey Arturo, a sus caballeros de la mesa redonda y su Camelot amada, ciudad de la utopía heroica.
Creo que es más que justo comenzar por este importante mito —acaso el más notable del amplio ciclo galés— como influencia en la producción tolkieniana. Hace mucho tiempo apuntaba yo al lector —no sé exactamente en qué artículo— la existencia de un largo poema inédito sobre tema artúrico compuesto por Tolkien en versos aliterados (algo tan del gusto de la literatura anglosajona), (5) que fue iniciado (luego de abundantísimas lecturas al respecto) en la década de los años 30 del pasado siglo XX. Como sucedió con otros tantos proyectos ambiciosos, Tolkien abandonó la elaboración de dicho poema, en el que el rey Arturo y Sir Gawain (de quien se había ocupado ya como investigador universitario regalándonos una excelsa monografía rubricada junto a su colega E.V. Gordon) (6) marchan juntos a la guerra por tierras sajonas. Cierto es que esos años fueron para él de un intenso trabajo académico, y que tampoco las ocupaciones familiares fueron pocas, por lo que es comprensible que la composición quedase en el cajón de las «cosas pendientes», esperando un futuro más sosegado y con menos obligaciones.
Sin embargo, aunque no terminó de materializar este homenaje a Thomas Malory (h. 1399/1405-1471), a quien había leído con fruición en sus años jóvenes, y a todo el amplio corpus de leyendas del ciclo artúrico, sí podemos entresacar varios elementos de mitos y leyendas galesas en las denominadas «obras mayores» de J.R.R. Tolkien. Tal vez el mismo rey Arturo podría haber sido modelo para esbozar parte de la personalidad de Aragorn de Gondor, ejemplo de buen rey, de monarca que procura la paz para sus súbditos y quien tiene a su lado la trascendental ayuda y el consejo de un hombre sabio de naturaleza distinta a la humana: Merlín en el caso de Arturo y Gandalf en el caso de Aragorn. Reyes guerreros, reyes guías de sus respectivos pueblos, en definitiva, que marcan un antes y un después en las cronologías de sus naciones.
Sin abandonar el bien nutrido ciclo artúrico, hemos de referirnos también a las ciudades desde las que deben gobernar ambos reyes. En efecto, Camelot, situada por los especialistas en varios lugares del país de Gales (Caerleon-on-Usk; el castillo de Dinerth, cerca del río Arth, al oeste, y otros tantos más), guarda ciertas reminiscencias con la capital de Gondor ideada por Tolkien. Ciudad regia, de muros imponentes de color blanco que tal vez evoquen la pureza que contiene su interior o la claridad y la transparencia con la que gobiernan Arturo Pendragón y Aragorn II.
También hay una larga tradición en la mitología galesa de armas prodigiosas que tienen nombre. Aunque esta costumbre sería extensiva a muchas regiones más (llegando, incluso, a nuestra patria, con las famosas «Tizón» y «Colada» del Cid); pero más allá de la poderosa «Excalibur», espada del rey Arturo, están en la misma tradición galesa «Arondight», que era la espada de sir Lancelot; «Galatine», que era la de sir Gawain y un largo etcétera; todas ellas imbricadas con la personalidad de sus portadores. Hechas, pareciera, sólo para las manos de sus dueños, lo mismo que «Narsil» parece hecha para ser blandida tan sólo por Aragorn. Costumbre esta de las armas con nombre propio que tiene una dilatada cronología en la antigüedad galesa, aunque no podemos afirmar que Tolkien la tomara para sus títulos y sí que se habría fijado en ella, pero también en las costumbres nórdicas, en las germánicas e, incluso, en las irlandesas, en donde hallaríamos ejemplos de armas que tienen nombre propio y que juegan papeles cruciales a lo largo de las historias en las que aparecen.
Sabemos, como decía, que Tolkien viajó por tierras galesas en compañía de su mentor, el padre Francis Xavier y su hermano Hilary. Un viaje que resultó iniciático y trascendental para su imaginario. Allí pudo ver, in situ, los lugares en los que habrían ocurrido, por ejemplo, los pasajes que se recogen en el que es uno de los libros capitales del paganismo galés, el Mabinogion, título del que Tolkien conservaba en su biblioteca personal hasta cuatro ediciones diferentes, lo cual demuestra su interés por los mitos y leyendas de estas tierras.(7)
No quisiera terminar este breve artículo sin dedicar unas pocas líneas a quien tal vez sea uno de los personajes más enigmáticos de toda la mitología galesa que, con mucha probabilidad, cristalizó luego en quien es uno de los personajes más carismático de toda la Tierra Media, me estoy refiriendo al mago-bardo Taliesin y a su reflejo tolkieniano: Gandalf.

Taliesin cuidando del caldero de Ceridwen en las costas de Llyn Tegid.Fuente: Edwards, J.M.: Y Mabinogion, Wrexham, 1901
Casi todo lo que rodea a Taliesin (o Taliessin) es un misterio. Unos lo hacen perteneciente al grupo de los bardos cynfeirdd (en galés: «bardos antiguos»), aduciendo que debió vivir alrededor de 534-599. Otros estudiosos afirman que, como sucede con Homero, lo firmado por Taliesin no sería sino el resultado de una obra grupal, las composiciones de varios poetas pertenecientes a un periodo más o menos dilatado de tiempo (tal vez todo el siglo VI). El caso es que este personaje parece muy imbricado aún por la mentalidad druídica, ya que los textos que se le atribuyen parecen tener, además de la lectura poética, unos significados religiosos ligados a los conocimientos de estos hombres sabios celtas. Por ello, algunos se han preguntado si este poeta y también chamán habría influido en la conformación de Gandalf, de quien se ha dicho que bebe del mismo Merlín. Ahora bien, no pocas teorías galesas han hecho a Merlín hijo de Taliesin, una emanación o avatar del mismo o, incluso, un íncubo que habría «poseído» el cuerpo del consejero artúrico.
Esta identificación con el personaje tolkieniano se hace, si cabe, aún más fuerte leyendo un fragmento de uno de sus poemas atribuidos, en el que se describe su naturaleza:
«Soy el primero de los bardos ante Elphin, y mi patria es el país de las estrellas del verano. En su día me llamaba Merlín y hoy me llamo Taliesin. He estado en el Cielo y en el Infierno. Estuve con Noé, durante la construcción del arca. Conozco los nombres de todas las estrellas, pero yo sigo siendo una maravilla inexplicada. He tomado todas las formas posibles, estuve muerto y a la vez vivo, seguiré en la tierra hasta el Juicio Final, nadie sabe si soy pescado o carne. Fui llevado durante nueve meses en el vientre de la bruja Cerridwen. Entonces me conocían como el pequeño Gwyon, pero ahora soy Taliesin.»8 […]
Vemos en estos versos cómo la mayoría de las aseveraciones hechas para el mítico personaje galés servirían también para definir al «eterno errante» de la Tierra Media.
Hay quien dice, y con esto concluyo, que el paisaje del país de Gales está también presente en la Tierra Media, como lo estaría el de las hermosas costas de Cornualles (región que cuenta con un sonoro idioma propio, también conocido por Tolkien); que su lengua (que mereció un interesante ensayo del profesor) habría sido el germen del sindarin, una de las lenguas de los elfos, pero esa, como imaginará el lector, es ya otra interesante historia que contar.
Bibliografía
- CARTER, L., El origen de El Señor de los Anillos, Barcelona, Ediciones B, 2002.
- HOOKER, M., Tolkien and Welsh, CreateSpace Independent Publishing Platform, 2012.
- PHELPSTEAD, C., Tolkien and Wales, Cardiff, University of Wales Press, 2011.
- TOLKIEN, J.R.R., Cartas, Barcelona, Minotauro, 1993.
- TOLKIEN, J.R.R., “El inglés y el galés”, Los monstruos y los críticos y otros ensayos, Barcelona, Minotauro, 1998, pp.196-236.
Notas:
1. Deseo dedicar este artículo a la smial de Khazad-dûm, en donde siempre me he encontrado como en casa; y a María Jesús Lanzuela en especial, por demostrarme el valor de la amistad y su fidelidad siempre.
2. Es decir: «Fue construido en 1887».
3. En: GROTTA, Daniel, J.R.R. Tolkien: el arquitecto de la Tierra Media, Barcelona, Andrés Bello, 2002, pp.41-42.
4. Existen personajes, incluso, de los que no se sabe si fueron dioses o mortales, como sucede, por ejemplo, con Llyr y Dôn.
5. Véase para esto: SIEVERS, Eduard, Altgermanische Metrik, Halle, M. Niemeyer, 1893.
6. Sir Gawain and the Green Knight, Oxford, Clarendon Press, 1925 (revisada en 1967).7. Disponible en: http://wiccaspain.es/?p=948